¡Soy Elena y esta es mi historia!
El día que me dieron el alta en el hospital estaba feliz porque por fin nos íbamos a nuestra casa e iba a estrenar todo lo que llevaba meses preparando para mi bebé. Pero cuando llegué a casa con mi marido y mi hija ¡todo estaba igual pero era completamente diferente! Tenía en brazos lo más frágil que había tenido en mi vida y no sabía por dónde empezar: me daba miedo el baño, tuve varios problemas con la lactancia, escucharla llorar me hacía llorar a mi también, y por supuesto, mi cuerpo ya no era mi cuerpo y tampoco mi bebé seguía dentro de mí. El nacimiento de mi hija ha sido, sin duda, la cosa más maravillosa que me ha pasado, pero nunca pensé que ser mamá fuese tan difícil. ¡Ahora sí que valoro a todas las mamás del mundo!
¡De agotamiento a felicidad!
Cada tres horas tenía que despertarme a darle de comer y se tardaba una hora porque Martina estaba aprendiendo a comer, igual que yo estaba aprendiendo a ser mamá. Pensé que sería sólo el primer mes en lo que nos adaptábamos, pero las noches cada vez eran más difíciles y mi cansancio ya se había convertido en agotamiento.
Tenía que atender a mi bebé por las noches y por el día mi casa y mi marido. Había que hacer la comida, ir al supermercado, tener la casa bonita y encima estar arreglada para recibir a los que viniesen a conocer a Martina.
A los 6 meses no había conseguido dormir más de 3 horas seguidas y había probado todo. Busqué información y la apliqué, pero nada funcionaba, definitivamente mi bebé tenía algo que le impedía dormir; no era como los demás porque con ella nada funcionaba, algo estaba mal.
Y fue ahí donde desarrollé mi programa para enseñar a dormir a Martina en 14 días. Al aplicar el método el cambio fue radical. Las noches de estrés y llanto se convirtieron en noches de descanso y tranquilidad. Y estas noches cambiaron también los días. Mi hija empezó a tener un horario regular, y esto me permitía a mí organizarme y contar con un tiempo para mí, pude volver a hacer ejercicio, a disfrutar las duchas, a poder arreglarme e incluso organizarme para ver a mis amigas. ¡De alguna forma estaba recuperando mi vida! Y la verdad, la extrañaba mucho.
Sin duda, enseñar a Martina a dormir cambió mi vida personal, mi vida de mamá y mi vida en pareja. El tiempo que estaba con mi hija lo disfrutaba mucho porque ninguna de las dos estábamos irritables, tenía energía para jugar con ella y por las mañanas iba a su cuna a darle los buenos días con una sonrisa enorme y sin ojeras. ¿Y con mi pareja? Se terminaron los reproches, las discusiones en las madrugadas, las peleas por ver quién se levantaba a calmarla y volvimos a disfrutar de ser nosotros, de ser la pareja que un día decidió dar el paso de casarse porque no había en el mundo pareja que mejor se entendiese que nosotros.